Los interrogantes del lenguaje

Natalia Carranza
9 min readDec 16, 2020

Los biólogos Szathmáry y Maynard Smith propusieron, en 1995, ocho grandes transiciones evolutivas. La primera fue el paso de moléculas replicantes a poblaciones de moléculas en un contenedor. La segunda, la asociación de replicantes en cromosomas. La tercera, el cambio en la molécula hereditaria de ARN a ADN. El salto de organismos procariontes a eucariontes fue la siguiente. La quinta, la aparición de los seres con reproducción sexual. En sexto lugar, la aparición de animales, plantas y hongos a partir de organismos del reino de los protistas. La séptima, la transformación de individuos solitarios en colonias. Pero es la octava transición la que nos interesa aquí, que consiste el paso de sociedades de primates a sociedades humanas, momento que identifican con la aparición del lenguaje. Lo que tienen en común estas transiciones es que aquellas entidades que eran capaces de replicación independiente antes de la transición acaban formando parte de un todo más integrador.

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“Los seres humanos somos los únicos organismos que hablamos”, escriben en La especie elegida el biólogo Arsuaga y el paleontólogo Ignacio Martínez. “El resto de animales sólo son capaces de intercambiar informaciones muy concretas sobre algunos aspectos de su vida, empleando para ello un sistema limitado de sonidos y gestos que no están codificados de manera intencionada”. Se entiende, así, la importancia que tiene el lenguaje a la hora de estudiar nuestra especie y también que se considere un punto de inflexión en la historia de la evolución. Son muchas, pues, las preguntas que despierta, y son difíciles de contestar, como deja entrever el biólogo Hauser:

Evolutionary analyses demand a clear specification of the target phenotype, empirical evidence linking details of trait design features to fitness consequences, an understanding of the comparative landscape in terms of homologous and analogous traits, and tests that distinguish adaptive from non-adaptive explanations for trait diversification. This recipe for successful evolutionary analysis has rarely been followed in the case of language, and given the limited evidence available, the current prospects are not strong, especially in some domains of analysis.

A pesar de las dificultades, en este texto vamos a mostrar algunas teorías que intentan explicar el origen del lenguaje y los beneficios que aportó a nuestra especie. La primera cuestión es intentar esclarecer cuándo adquirimos la capacidad de hablar. Según los autores de La especie elegida, dos áreas de la corteza cerebral están relacionadas con el habla: el área de Broca, encargada de la construcción y planificación sintántica, y el área de Wenicke, responsable de codificar y descodificar los mensajes. Tal como apuntan, se aprecia un desarrollo en ambas áreas en los fósiles de Homo habilis respecto a sus antepasados austrolopitecos, por lo que muchos expertos ven en estas evidencias una prueba de que aquellos humanos ya poseían la capacidad de hablar. Lo cierto, sin embargo, es que otros consideran que el canal modular de las vértebras torácicas del Homo ergaster estudiadas es demasiado estrecho y, por lo tanto, la musculatura torácica implicada en los movimientos inspiratorios y espiratorios que requiere el habla humana no se podían realizar. Los defensores de esta teoría relacionan el desarrollo del área de Broca con el manejo de la mano derecha, adaptación provocada por la talla de piedra.

También se intenta esclarecer el origen del lenguaje estudiando los órganos responsables de la emisión de sonidos del habla humana. Nuestra laringe, a partir de los dos años de edad, ocupa una posición más baja que en el resto de mamíferos, lo cual posibilita modular diferentes sonidos. El lingüista Phillip Lieberman y el anatomista Jeffrey Laitman concluyeron que el grado de flexión en la base del cráneo indica la posición de la laringe. Según sus estudios, el Homo habilis tendría aún una laringe alta, mientras que el Homo heidelbergensis ya presentaría una baja. Sin embargo, también apuntan que los neandertales solo podrían articular un limitado repertorio de vocales, algo que despierta dudas: ¿por qué iba el neandertal a perder capacidades fonéticas? Laitman lo achaca a una adaptación para adecuar sus vías a la necesidad de calentar y humedecer el aire frío de las épocas glaciales. No obstante, estudios posteriores concluyeron que los análisis realizados a estos fósiles estaban mal reconstruidos y que, en realidad, mostraban mayor flexión basicraneal de la estipulada anteriormente.

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Otro de los órganos importantes en nuestro habla es la lengua, que, junto con los labios y el paladar blando, actúa como resonadores para filtrar y matizar los tonos y sonidos que emitimos. Para poder moverse con la agilidad necesaria, esta no tiene que ser demasiado larga. En 1989 se encontró un yacimiento fósil neandertal con un hueso hioides, que presta inserción a la musculatura de la lengua y su posición está muy relacionada con la de la laringe. Tras estudiarlo, se detectó que su morfología y dimensiones son comparables con las del hueso hioides de nuestra especie. Pero al parecer esta no sería una prueba irrefutable de que los neandertales hablaran como lo hacemos nosotros. En resumen, no tenemos la respuesta definitiva del momento exacto en el que empezaron los homínidos a hablar. ¿Tendremos más suerte intentando esclarecer por qué empezaron a hacerlo?

El lingüista Ulbaek explica los dos tipos de teorías que han dominado las discusiones sobre el origen del lenguaje: un enfoque continuista y uno discontinuista. El primero, darwinista, defiende que el lenguaje no ha podido surgir de la nada y ha buscado el nacimiento del lenguaje en los sistemas de comunicación de los animales. El segundo, en cambio, considera que el lenguaje es único, algo específico de la mente humana. El danés explica que el debate se avivó cuando, en las décadas de los 70 y 80, la posición de los continuistas se reforzó con los experimentos para enseñar a varios primates, chimpancés principalmente, lenguajes no verbales.

Aunque Arsuaga y Martínez afirmaban, como hemos visto antes, que solo el hombre habla, matizan al hacer referencia a estos mismos experimentos, que apuntan a que algunas especies podrían informar sobre algunos aspectos del medio y aprender a comunicarse a través del lenguaje de signos. “Los resultados de todas estas investigaciones son muy valiosas porque han descubierto una incipiente destreza lingüística en los primates que era negada en años anteriores”. Ulbaek señalaque, ante estos resultados, algunos especialistas consideran que los primates tienen una mente capaz de aprender, aunque no hablen en su estado salvaje. Pero, para él, quedarse ahí es quedarse cortos.

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Hoy sabemos de otras muchas capacidades de los chimpancés: son capaces de usar y crear herramientas, producir mapas cognitivos, aprender a través de la imitación, generar conocimiento social… Y también sabemos de otras especies, como las ratas, que tienen algunas de estas capacidades. De ahí que el profesor emérito defienda una posición continuista, pero no buscando el origen del lenguaje humano en sistemas de comunicación de los animales ni aplicando una teoría conductivista: “Language evolved from animal cognition not from animal communication. Here lies the continuity”.

Si aceptamos esto, otras dudas nos asaltan. La primera, por qué, con esas capacidades cognitivas, otras especies, como el chimpancé, no hablan. Para Ulbaek, la explicación es sencilla: los primates ya estaban bien adaptados a las presiones de su hábitat. En cambio, los homínidos tuvieron que ir adaptándose, lo que les llevó a caminar erguidos y liberar las manos, a tener un cerebro mayor, a conquistar el fuego, a crear herramientas, a generar cultura… “All these things surely contributed to the origin of language”. Además, el autor también considera que dicha evolución, aunque claramente nos parezca beneficiosa para nuestra especie, no necesariamente lo es para otras: “Some of the costs [of speaking] are: extra brain tissue, reorganization of the brain, changes in the respiratory system, and many more”. El beneficio, solo uno: “The one benefit that we tend to take for granted is that language enables us to co-operate, to speak to and help each other”.

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Si el ser humano pagó el precio del lenguaje, es que realmente debió ser algo que necesitábamos. Más aun si, aceptando la hipótesis de Ulbaek, según la cual la función principal del lenguaje, en el momento en el que empezó a evolucionar, era compartir información de manera deliberada, consideramos que esta capacidad puede entrar en conflicto con la teoría de la lucha por la supervivencia. Como preguntan los investigadores Santos y Szathmary, “¿por qué razón la selección natural ha de favorecer que un individuo sacrifique su potencial reproductivo para ayudar a la comunidad a la que pertenece?”. La solución que ya propuso Darwin para explicar el comportamiento cooperativo de nuestras sociedades es que la selección natural actúa a más de un nivel.

Aunque un grado muy elevado de moralidad no da a cada individuo y a sus hijos sino pocas o nulas ventajas sobre los demás hombres de la misma tribu, todo progreso aportado al nivel medio de la moralidad y un aumento en el número de los individuos bien dotados bajo este aspecto, procurarían positivamente a esta tribu una ventaja sobre otra cualquiera. No cabe duda alguna en que una tribu que comprenda muchos miembros llenos de un gran espíritu de patriotismo, de fidelidad, de obediencia, de valor y de simpatía, prestos a auxiliarse mutuamente y a sacrificarse al bien común, triunfará sobre la gran mayoría de las demás, realizándose una selección natural.

Los antropólogos Burkart, Hrdy y Van Schaik han postulado una hipótesis sobre el origen de esa necesidad por colaborar. Para ellos, además de unas capacidades cognitivas que encontramos en los chimpancés, se tendría que haber dado otro componente motivador que estimulase nuestra prosocialidad, es decir, la capacidad en ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Y para ellos, ese componente es nuestro sistema de crianza cooperativo. Si Ulbaek decía que el lenguaje “would seem to be prohibited by natural selection, except in extraordinary conditions”, en esta teoría de la crianza encontraríamos dos de esas posibles condiciones extraordinarias: “In humans alone, these two components have come together, the cognitive component due to common descent and the motivational component due to convergent evolution resulting from the selection pressures associated with cooperative breeding”.

Nos quedaría por entender por qué el lenguaje beneficia la cooperación; porque, si bien puede servir para intercambiar información, también puede usarse para mentir, cosa que beneficiaría más al individuo en su propia lucha por la supervivencia: “Perhaps indeed this is why language is not so widespread across species: if it is better to lie than to tell the truth, why do all this elaborate coding of thoughts into speech against which an effective strategy is just not to listen?”. Esta claro que un comportamiento de este tipo implicaría lo que el profesor Eric Alden Smith llama ““collective action problems” or “social dilemmas,” meaning problems in achieving cooperating when the best move from a selfish point of view does not produce the best collective outcome”.

Sin embargo, en las diversas formas de acción colectiva, el lenguaje habría ayudado a superar las complicaciones implícitas a cada una, a la vez que habría mantenido a raya a los individuos parásitos.

Under many conditions, language significantly lowers the cost of detecting and punishing “free riders,” thus greatly enhancing the scope and power of standard conditional reciprocity. In addition, symbolic communication facilitates new forms of displays and reputation management — which evolutionists term “signaling” and “indirect reciprocity” — with collectively beneficial effects. Thus, language reinforces some existing forces favoring the evolution of cooperation, as well as creating new opportunities for collective action not available to even our closest primate relatives.

Teniendo en cuenta todo lo que hemos repasado, vemos que el lenguaje, surgido aun no sabemos exactamente cuándo, ha sido el resultado de una combinación de condiciones realmente excepcionales y se ha mantenido porque ha dado respuesta a problemas que los homínidos tenían que afrontar. Como cualquier otro cambio evolutivo, en realidad. Si las teorías que hemos expuesto son o no las que se corresponden con la realidad, todavía no lo sabemos y puede que nunca tengamos la certeza. Lo que sí podemos decir hoy, contradiciendo a Juan el Evangelista, es no, primero no fue el verbo. ¿Pero será lo último? ¿Habrá lenguaje cuando el Homo sapiens ya no esté?

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Natalia Carranza

Journalist and Anthropologist-to-be, I work as a Strategic Planner and Branded Content Specialist. Passionate about culture, innovation and creativity.